Puente de Brooklyn NYC
El Puente de Brooklyn (conocido inicialmente como "Puente de Nueva York y Brooklyn") une los distritos de Manhattan y de Brooklyn en la ciudad de Nueva York. Fue construido entre 1870 y 1883 y, en el momento de su inauguración era el puente colgante más grande del mundo (mide 1825 metros de largo, y la luz entre pilas es de 486,3 metros, récord de luz hasta que en 1889 se construye el Forth Bridge, con una luz máxima de 521 m. También fue el primero suspendido mediante cables de acero. Desde entonces, se ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles de Nueva York.
Es un emblema de la ingeniería del siglo XIX por lo innovador que fue
en aquel entonces el uso del acero como material constructivo a gran
escala. Está tan bien construido, que actualmente todavía se encuentra
en uso. La figura del puente se suele utilizar como base en muchas de
las fotografías tipo “skyline” (tipo horizonte) para representar a la
ciudad de Nueva York.
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Puente de Brooklyn visto desde Manhattan |
El 130 aniversario es una efeméride que no merece
demasiada atención. La cosa cambia si quien lo celebra es un puente cuya
silueta une el imaginario colectivo con la ciudad que materializa sus sueños
con la misma fortaleza que sus cables de acero sueldan Brooklyn y Manhattan.
El poder de esta construcción es tal, que ha convertido la anodina cifra en
el suceso del año en Nueva York. Desfiles, exposiciones, maratones de
lectura, exhibiciones, conciertos, paradas, concentraciones y un variopinto
conjunto de manifestaciones ligadas a sus cables de acero y bloques de piedra
se celebran estas semanas.
Pocas construcciones de esta ciudad tan rebosante de iconos alcanzan las
dimensiones míticas de su puente más importante, una de las tres referencias
más citadas de la capital. Instalado en la primera categoría de los
símbolos que atesora la Gran Manzana, sólo alcanzan su talla el
EmpireStateBuilding y la Gran Central Terminal, que el pasado 2 de febrero festejó su primer centenario.
Otros iconos neoyorkinos como la Estatua de la Libertad, Times Square, el
edificio Chrysler o Central Park quedan un peldaño por debajo.
En 1883 su rotunda silueta de estilo neogótico se convirtió en el puente
colgante más grande del mundo, con 1.825 metros de longitud y un vano de
486 metros de largo y 41 de alto.
Dimensiones que en estos tiempos, donde al menos 23 puentes superan el
kilómetro entre sus pilares centrales, parecen poca cosa, pero que entonces
resultaron tan impensables que se mantuvo como el más grande durante 20 años y
sus inconfundibles torres de arcos apuntados fueron de las construcciones más
altas del mundo.
El puente de Brooklyn es el fruto del proyecto de John AugustRoebling,
visionario ingeniero alemán, quien en cierta ocasión en que los hielos
retuvieron el transbordador que le llevaba desde su residencia de Brooklyn a
Manhattan, tuvo la idea de un puente que evitase el tedioso tránsito marítimo.
A pesar de contar con suficiente experiencia en la construcción de
estructuras similares, entre ellas un puente sobre las cercanas cataratas del
Niágara, a Roebling le costó llevar a la práctica su idea, pues nadie creyó
que fuera posible erigir un puente sobre el East River.
La insistencia del inmigrante alemán derrotó las reticencias y en 1869
comenzaron las obras. Se inauguró en 1883, después de 14 años de intensos y
dramáticos trabajos, que costaron la vida a 27 personas, entre ellas a su
creador, dejando gravemente lesionado a su hijo.
Parecía una extraña maldición, como si la historia quisiera dar la razón a
críticos y agoreros. Aún no habían empezado las obras cuando la maniobra
desafortunada de un ferry le aplastó a Roebling un pie contra el muelle,
mientras realizaba medidiciones en el East River. La amputación de los dedos no
evitó la cangrena, pereciendo tres semanas más tarde.
Su hijo Washington asumió el trabajo, implicándose de tal modo en las
obras, que contrajo la enfermedad de los buzos mientras trabajaba en la
cimentación submarina de los pilares, produciéndole graves secuelas que le
dejaron paralítico
.
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Puente de Brooklyn desde el barco |
Fue cuando su esposa Emily entró en escena. Asesorada por su marido, quien vigilaba la construcción desde casa con un catalejo, aquella mujer
que carecía de conocimientos en la materia pero poseía un coraje colosal, logró
transmitir las órdenes a los obreros, culminándose la empresa.
No debe olvidarse la situación de la mujer en aquellos tiempos, como
ejemplo basta apuntar que no sería hasta 19 años más tarde de la
inauguración del puente, en 1902, cuando Australia se convirtió en el
primer país del mundo en aceptar el sufragio universal.
A las dos de la tarde...
Cuentan las crónicas que a las 14 horas en punto del 24 de mayo de 1883, en
la solemne inauguración de apertura, aquella heroína cruzó el puente junto
al 21 presidente de los Estados Unidos, Chester Alan Arthur, con un gallo
entre los brazos como símbolo de la victoria.
Ciento treinta años después, el puente de Brooklyn no ha dejado de ser
la principal arteria que comunica el barrio más popular de Nueva York y el
Down Town, con un tránsito de 150.000 usuarios al día.
Tranvías (hasta 1940), coches (de caballos primero y eléctricos cuando
aquellos se aparcaron) y trenes cruzan por
sus seis carriles y vías, mientras que peatones y bicicletas lo hacen por la
plataforma superior.
Personalmente, debo señalar que entre mis ocupaciones favoritas del tiempo
que viví en Brooklyn, estuvo el coleccionar veces y maneras de recorrer sus
5.989 pies, o lo que es lo mismo 1.825 metros, que de punta a punta mide su
familiar pasarela de madera.
La cuenta la perdí enseguida, pero aún recuerdo que lo hice de siete
maneras distintas. Simple referente egocéntrico antes que récord alguno.
Del mismo modo, los millones de turistas que cada año llegan a Manhattan tienen
como una de sus primeras obligaciones recorrerlo.
Por lo habitual van tan distraídos que invaden el carril bici que comparte
la plataforma peatonal, lo que origina las más duras imprecaciones de los
ciclistas neoyorkinos, especialmente malhumorados y territoriales cuando
circulan sobre el Brooklyn Bridge.
El singular anclaje de los cuatro cables de acero que soportan la
estructura; la gesta del mecánico Farrington, el primero en cruzar el río en
una pérgola colgada de un cable para demostrar que el acero aguantaría sin
romperse; el timo de J. Lloyd Haigh, quien suministró un acero para los cables
de peor calidad al proyectado; la estampida que produjo el tropezón de una
mujer solo seis días después de la inauguración y que causó una docena de
muertos por aplastamiento; la tragedia de Robert EmmetOdlum, el primero en
saltar al agua en 1885, falleciendo por las heridas internas que le produjo el
impacto; los 23.000 kilómetros de cables que llevan 130 años tendidos como una
tela de araña soportando el puente y cuarteando el skyline más reconocible del
mundo, son hechos de sobra conocidos de la particular historia del que
para muchos es el rey de todos los puentes.
Otros puentes con historia
A pesar de que geografía e historia rebosan de puentes que aspiran a este
cetro.
Del Sant’Angelo romano al de Rialto sobre el Gran Canal veneciano;
del Ponte deiSuspiri, por seguir en Italia, al Vecchio florentino, pronto otra
vez de moda por obra y gracia de Dan Brown y del Tower Bridge londinense al
George Washintgon de la capital estadounidense, la competencia es dura.
Pero sobre todos ellos el puente de Brooklyn sobrepone su cautivador
magnetismo. Sólo otro puente es capaz de disputarle el privilegio: el
Golden Gate de San Francisco, aunque éste se construyó 54 años más tarde.
Han pasado 130 años y la inconfundible curva del puente de Brooklyn, serpiente
de acero, cemento y piedra tendida sobre el East River, sigue cautivando
corazones. Contemplar su silueta desde el Squibb Park al anochecer es caer en
un hechizo que nunca encontrará consuelo.
Tras ello, solo queda entretenerse viendo cómo se hacen fotos las
parejas de recién casados bajo el puente, a las puertas del River Café,
cuyo aire 'farmer' recuerda al Brooklyn más primitivo. Antes que entrar en este
apreciado restaurante, mejor seguir Cadman
Plaza West adelante para ponerse a la cola de Grimmaldi’sPizzeria.
Sinatra ya no viene
por aquí, pero la perspectiva es mucho mejor. Mientras nos llega la vez
contemplamos la sólida estructura gótica, Walt Whitman tenía razón: la
visión de este puente es la más eficaz medicina para el alma.
Alfredo Merino
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Nueva York (NYC) te abre la mente |
Publicado por Alejandro Mon