Tártaros
de Crimea
Los tártaros
de Crimea (Qırımtatar, también Qırım, Qırımlı y Qırım türkü), plural: Qırımtatarlar
(asimismo Qırımlar, Qırımlılar, Qırım
türkleri) son un grupo étnico de origen túrquico
que residía originariamente en la península de Crimea, al sur de Ucrania y
al este de Rusia,
y que han emigrado durante el siglo XX hacía Turquía
y Asia Central, retornando a Crimea hacia 1980. Hablan su
propia lengua: el tártaro de Crimea, que forma parte del
grupo de lenguas kypchak-cumano.
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Hace 70 años víctimas de Stalin, hoy los tártaros de Ucrania se reafirman |
El nombre proviene de
los mongoles
Ta-ta, que en el siglo V
habitaron el noroeste del Gobi, y tras ser subyugados en el siglo IV
por la dinastía Liao, migraron hacia el sur,
fundando el Imperio mongol bajo Gengis
Kan. Bajo el liderazgo de su nieto Batu Kan
se trasladaron hacia el oeste, llevando consigo muchos uralaltaicos túrquicos
hacia las llanuras de Rusia. Los de la costa sur, mezclados con escitas, griegos e italianos, eran bien conocidos por su habilidad en la jardinería,
su honestidad y sus hábitos de trabajo. Los tártaros montañeses son muy parecidos
a los del Cáucaso, mientras que los de las estepas - la Nogais - son
decididamente de un origen mixto con turcos y mongoles.
El Kanato de Crimea fue el Estado de los tártaros de Crimea desde 1441. En 1475, la
península fue invadida por los turcos, que, con la ayuda de los príncipes
tártaros que luego fueron llamados "tártaros crimeanos", los cuales
controlaban parte de la zona, turcos y tártaros retuvieron su posesión hasta 1777, época en
que desaparecieron los últimos gotnios o godos de Crimea. Como resultado de la victoria rusa sobre los
turcos ese año, Crimea entró a formar parte del Imperio
ruso en el año 1783. La guerra de 1853 y las leyes de 1860, 1863 y 1874 provocaron
el éxodo de los tártaros de Crimea.
Durante la existencia
de dicho Kanato, la ciudad de Bajchisarái
fue la capital y centro de la vida político y cultural de los tártaros crimeos
hasta mediados del siglo XX. En la actualidad es la que mejor
conserva el legado de los siglos XV-XVIII.
Después de la Revolución rusa de 1917 y el
derrumbamiento del Imperio ruso, se formó en la región habitada
por los tártaros de Crimea la República Popular de Crimea y
más tarde la efímera República Soviética
Socialista de Táurida.
El silencio, la lengua de
los tártaros
Todos los tártaros de Crimea se han dormido de pequeños escuchando las
mismas historias. Golpes
a la puerta de casa y diez minutos para empacar. Vagones de tren hasta los topes rumbo
al interior de Rusia. Por el camino, los hombres arrojando en marcha los cuerpos
de familiares que morían de hambre y de frío: cuanto más
querido, con más fuerza lo empujaban lejos; como para apartarlo en la otra vida
de la infamia de ésta. Son
historias replicadas con troquel por abuelos y abuelas que sobrevivieron a las
deportaciones masivas de las segunda mitad de los años cuarenta.
Se calcula que unos 200.000 tártaros vivían en
Crimea hasta que Stalin los expulsó, acusándoles
de haber colaborado con Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Hace unos días en la
puerta de casa Alim encontró una
cruz marcada en la pared. Era
tal y cómo la había imaginado escuchando esas viejas historias. Su madre, que
regresó de Uzbekistán en 1987, se puso a hacer la maleta sin hablar, como un
animal amaestrado por el miedo. "Son
provocadores, no va a pasar nada", explica Alexander, eslavo de ojos
azules y vecino de tártaros. Admite que en el barrio la gente habla de esas
marcas, las mismas que en mayo de 1944
sentenciaron a tantos.
Desde que la bandera rusa ha
sustituido a la ucraniana en la plaza central de la ciudad el
calendario parece correr marcha atrás en Simferopol. Y el ritmo es vertiginoso.
El Parlamento ha anunciado una anexión preliminar a Rusia y los diputados se preparan
para abrazar el rublo.
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Deportaciones
masivas
En casa los viejos hablan de ese
destierro masivo que tiene una palabra en lengua tártara: 'sürgün'. Seis
letras en las que está sepultada demasiada gente. Casi la mitad
murieron de hambre y enfermedades. El éxodo que ahora empieza para
algunos es mucho menos trágico y supone sólo una vía de agua.
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Los tártaros de Crimea no quieren ni oír
hablar de Rusia
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"Los tártaros estamos en estado
de shock. No podemos creer que hoy nos acostemos en Ucrania y el
lunes nos levantemos en Rusia", aseguró a Efe Jamzín Umarovich, jefe de
Relaciones Exteriores del Medzhlis (Asamblea Popular de los tártaros de Crimea).
Los principales pobladores de la península durante siglos, ésta minoría musulmana que ahora representa sólo un 12 por ciento de los habitantes de Crimea no quiere ni oír hablar de un posible retorno a Rusia.
Los principales pobladores de la península durante siglos, ésta minoría musulmana que ahora representa sólo un 12 por ciento de los habitantes de Crimea no quiere ni oír hablar de un posible retorno a Rusia.
"Hay miedo al ingreso en la
Federación Rusa. Toda
nuestra historia con los rusos sólo nos ha traído tragedias. Éramos más de dos
millones cuando el imperio ruso puso sus botas en la península hace tres siglos
y ahora somos una minoría", señala.
Primero fue la expulsión y el éxodo a
Turquía, después la hambruna ocasionada por la colectivización forzosa de la
tierra y más tarde la deportación estalinista a Asia Central debido a la
presunta colaboración con la Alemania nazi.
"No tenemos un solo recuerdo
positivo de Rusia. Y ahora en los mítines en Sebastopol escuchamos llamamientos
a deportar de nuevo a los tártaros", denunció.
Umárovich está convencido de que el boicot a la consulta
por parte de los tártaros será total, ya que considera que el referéndum no es
ni legítimo ni democrático.
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"Es una payasada. (El primer
ministro crimeo, Serguéi) Axiónov dibujará los resultados a su antojo. Todo se
decide en los pasillos del Kremlin. Moscú es la que le dicta a Crimea por donde
tirar, ahora a la izquierda, ahora a la derecha", señala.
En Bajchisarái, ciudad situada en el
corazón de la península donde abundan las mezquitas y los tártaros representan
una cuarta parte de la población, el ánimo de esta minoría es de indignación
con el presidente ruso, Vladímir Putin, y decepción con Occidente.
"¿Es usted de la televisión alemana? Dígale a (la canciller alemana, Angela) Merkel que sabemos muy bien por qué no quiere presionar a Putin. Alemania no puede vivir sin el gas ruso. ¡Es una vergüenza!", asegura Azalia, vendedora en el mercado de abastos local.
"¿Es usted de la televisión alemana? Dígale a (la canciller alemana, Angela) Merkel que sabemos muy bien por qué no quiere presionar a Putin. Alemania no puede vivir sin el gas ruso. ¡Es una vergüenza!", asegura Azalia, vendedora en el mercado de abastos local.
En el mercado uno se topa con
numerosas víctimas de la deportación, gentes que nacieron o vivieron casi todas
sus vidas en Uzbekistán o en Siberia.
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Publicado por Alejandro Mon