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Marina Tsvetáieva (Moscú, 1894-Yelábuga, 1941) |
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Yelábuga |
Tsvetáieva, versos contra el
horror bolchevique
Se
publican por primera vez en España los «Diarios de la Revolución de 1917»,
traducidos de forma magistral por Sela Ancira. Un testimonio estremecedor del
terror bolchevique que Marina Tsvetáieva (Moscú, 1894-Yelábuga, 1941) vivió y
sufrió de forma especial. Nacida en la época de los zares, vivió la revolución,
el exilio (Berlín, Praga, París) y la vuelta a su país que ya no era Rusia sino
la Unión Soviética. Su corta e intensa vida estuvo llena de desgracias que
nunca consiguieron que dejara de escribir. La literatura era para ella
exaltación y desahogo, formaba parte de su ser, estaba mezclada con la sangre
que circulaba por sus venas: «Quítenme la escritura y simplemente no podré
vivir, no querré, no podré. En la Rusia soviética sobreviví gracias a la
escritura», señaló en una ocasión.
Los diarios empiezan en 1917 y continúan hasta 1919. Marina tiene 25 años y dos hijas (Alia e Irina) ha publicado tres libros de poesía y está casada con un militar del Ejército Blanco, Serguei Efron. Ha llevado una vida acomodada en el seno de una familia culta, su madre era una excelente pianista, y disfrutó de una educación esmerada en internados de Friburgo y Lausana.Es evidente que, cuando estalla la Revolución, Marina estaba en el lugar y el momento equivocados: procedía de una familia acomodada, era una poeta reconocida en los círculos intelectuales de Moscú y estaba casada con un militar al servicio del zar. El vuelco que dio su vida no pudo ser más brusco: la herencia de su madre fue confiscada y en su vida aparecieron el hambre, el frío y la incertidumbre sobre la vida de los seres queridos.
Cuando
estalla la revolución, ella está en Crimea con su hermana Anastasia y regresa
urgentemente a Moscú, donde se encuentran sus hijas. El viaje es difícil,
penoso y lleno de inquietud porque las noticias que llegan no pueden ser …
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Cuando estalló la Revolución bolchevique, en 1917, la poeta rusa Marina Tsvietáieva llevaba ya acumulados algunos infiernos por dentro, aunque pesaba más la pasión. La muerte prematura del padre, una madre intransigente obsesionada por hacer de la hija la pianista que ella soñó ser, el desprecio sucesivo de sus hermanastras, la indiferencia de su padrastro y la necesidad de no agitar demasiado su pasión por la poesía en un entorno familiar hostil a esas veleidades. En 1917 Tsvietáieva tenía 25 años, dos hijas (Alia e Irina), tres libros de poemas publicados ('Álbum de la tarde', 'Linterna mágica', 'De dos libros') y un matrimonio en marcha con un cadete militar del Ejército Blanco, Sergei Efron.
La revolución rusa
Cuando estalló la Revolución bolchevique, en 1917, la poeta rusa Marina Tsvietáieva llevaba ya acumulados algunos infiernos por dentro, aunque pesaba más la pasión. La muerte prematura del padre, una madre intransigente obsesionada por hacer de la hija la pianista que ella soñó ser, el desprecio sucesivo de sus hermanastras, la indiferencia de su padrastro y la necesidad de no agitar demasiado su pasión por la poesía en un entorno familiar hostil a esas veleidades. En 1917 Tsvietáieva tenía 25 años, dos hijas (Alia e Irina), tres libros de poemas publicados ('Álbum de la tarde', 'Linterna mágica', 'De dos libros') y un matrimonio en marcha con un cadete militar del Ejército Blanco, Sergei Efron.
Todo más o menos normal. Todo más o
menos catastrófico. Pero, en cualquier caso, todo en marcha. Atrás quedaron los
internados burgueses en Friburgo y Lausana, los viajes de placer a París y el
confort que hasta entonces permitía a Marina pensar sin más en sí misma
mientras apostaba su talento y su entusiasmo a la escritura. Pero aquel octubre
de 1917, en Rusia, la vida comenzó a girar en sentido opuesto
al de los biorritmos de millones de seres entre los que estaba, con sitio
propio en las capillas literarias de la ciudad, Tsvietáieva, marcada por su
pasado y por un marido adscrito al ejército del zar. Hasta entonces su vida
había sido compleja, pero no difícil. Ahora comenzaba lo terrible. Los
bolcheviques confiscaron la herencia que le había dejado su madre. Y a compás
de tanto traspiés, en la biografía de esta mujer inagotable asomó su zarpa el
hambre. Y también el frío, el desconcierto, la necesidad.
Hizo de algunos de sus poemas la cima
de su ansia inflamable, pero la certificación de su desbarrancadero quedó
fijada de modo atroz en las páginas de unos cuadernos escritos de 1917 a 1919,
un testimonio directo, claro y fiero que ahora recupera en un volumen la
editorial Acantilado: 'Diarios de la Revolución de
1917', revisados y traducidos por Selma Ancira. "Lo que
hace tan singulares estos escritos es su falta de afectación política. Ella no
tuvo necesidad de dejar una idea de la Revolución desde la adscripción o el
odio a uno de los dos bandos en lucha. Sencillamente se dedicó a describir cómo
pasó aquello por su vida. No hace juicios de valor, sino que constata lo que
ve. Y lo hace con esa prosa suya tan incandescente, como una gran cronista
capaz de hacer descripciones tan intensas que casi puedes tocar aquello que
cuenta", explica la traductora.
Cuando el estallido de la Revolución,
Marina Tsvietáieva está en Crimea con su hermana Anastasia. Regresa a Moscú de
urgencia en un viaje penoso. Las noticias sobre el levantamiento bolchevique
son cada vez más alarmantes. Y escribe: "Dos días y medio ni un bocado, ni
un trago. (La garganta cerrada.) Los soldados traen los periódicos -en papel
rosado. El Kremlin y todos los monumentos han sido volados. (...) 16.000
muertos. En la siguiente estación ya eran 25.000. Callo. Fumo. Mis compañeros
de viaje, toman los trenes que van de regreso".
La revolución rusa
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Revolución rusa.Lenin |
Examinar la revolución rusa desde el punto de vista de la Primera Guerra Mundial constituye un desafío para el historiador. ¿Estuvieron relacionadas? ¿O hubiera la revolución estallado de todas formas, dadas las condiciones sociales en Rusia? Como ocurre algunas veces, curiosamente la respuesta a una cuestión tan general ha de buscarse en un lugar y una fecha concretos, el 12 de marzo de 1917 en Petrogrado, el día en que se sublevó su guarnición. A partir de ese momento no hubo para los soldados y oficiales rebeldes posibilidad de marcha atrás, so pena de un consejo de guerra, y la revolución fue ya imparable. Es verdad que las manifestaciones y huelgas empezaron antes, el 8 de marzo.
Y aunque los motivos de las mismas, la
escasez y la carestía de los alimentos, estaban directamente relacionados con
la guerra, pues las necesidades del frente habían hecho que escaseara la harina
y que no hubiera trenes suficientes para transportarla, lo cierto es que en
Petrogrado las huelgas y manifestaciones habían sido ya muy frecuentes desde
antes de la guerra. No obstante, David Stevenson sostiene que la diferencia
entre marzo de 1917 y las ocasiones anteriores fue que en esa fecha las tropas
recibieron la orden de disparar contra la multitud. Fue así porque el zar
exigió que se acabara inmediatamente con los desórdenes, dado que Rusia estaba
en guerra. Nunca antes había ocurrido nada parecido. Puede deducirse entonces
que, sin guerra, el zar no hubiera sido tan exigente y los militares no se
hubieran visto obligados a ser tan crueles. En cualquier caso, amotinada la
guarnición de Petrogrado, la revolución estuvo inevitablemente en marcha y
Nicolás II se vio obligado a abdicar el 15 de marzo, siete días después de las
primeras manifestaciones.
De todas
formas, la guerra iba mal para Rusia.
En el frente, las cosas estaban mejor de lo que parecía. Había tenido que ceder
el saliente polaco a los alemanes, pero éste constituía una debilidad
estratégica y el nuevo frente, rectilíneo, era más fácil de defender. La
ofensiva Brusilov había
demostrado que el ejército ruso quizá no pudiera vencer a los alemanes, pero sí
podía derrotar a los austriacos y de ella se hubiera podido obtene …
Notas sobre la revolución rusa
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Antonio Gramsci |
¿Por qué la Revolución rusa es una revolución proletaria? Al leer los periódicos, al leer el conjunto de noticias que la censura ha permitido publicar, no se entiende fácilmente. Sabemos que la revolución ha sido hecha por proletarios (obreros y soldados), sabemos que existe un comité de delegados obreros que controla la actuación de los organismos administrativos que ha sido necesario mantener para los asuntos corrientes. Pero ¿basta que una revolución haya sido hecha por proletarios para que se trate de una revolución proletaria? La guerra la hacen también los proletarios, lo que, sin embargo, no la convierte en un hecho proletario. Para que sea así es necesario que intervengan otros factores, factores de carácter espiritual. Es necesario que el hecho revolucionario demuestre ser, además de fenómeno de poder, fenómeno de costumbres, hecho moral. Los periódicos burgueses han insistido sobre el fenómeno de poder; nos han dicho que el poder de la autocracia ha sido sustituido por otro poder, aún no bien definido y que ellos esperan sea el poder burgués. E inmediatamente han establecido el paralelo: Revolución rusa, Revolución francesa, encontrando que los hechos se parecen. Pero lo que se parece es sólo la superficie de los hechos, así como un acto de violencia se asemeja a otro del mismo tipo y una destrucción es semejante a otra.
No
obstante, nosotros estamos convencidos de que la Revolución rusa es, además de
un hecho, un acto proletario y que debe desembocar naturalmente en el régimen
socialista. Las noticias realmente concretas, sustanciales, son escasas para
permitir una demostración exhaustiva. Pero existen ciertos elementos que nos
permiten llegar a esa conclusión.
La
Revolución rusa ha ignorado el jacobinismo. La revolución ha tenido que
derribar a la autocracia; no ha tenido que conquistar la mayoría con la
violencia. El jacobinismo es fenómeno puramente burgués; caracteriza a la
revolución burguesa de Francia. La burguesía, cuando hizo la revolución, no
tenía un programa universal; servía intereses particulares, los de su clase, y
los servía con la mentalidad cerrada y mezquina de cuantos siguen fines
particulares. El hecho violento de las revoluciones burguesas es doblemente
violento: destruye el viejo orden, impone el nuevo orden. La burguesía impone
su fuerza y sus ideas no sólo a la casta anteriormente dominante, sino también
al pueblo al que se dispone a dominar. Es un régimen autoritario que sustituye
a otro régimen autoritario.
La
Revolución rusa ha destruido al autoritarismo y lo ha sustituido por el
sufragio universal, extendiéndolo también a las mujeres. Ha sustituido el
autoritarismo por la libertad; la Constitución por la voz libre de la
conciencia universal. ¿Por qué los revolucionarios rusos no son jacobinos, es
decir, por qué no han sustituido la dictadura de uno solo por la dictadura de
una minoria audaz y decidida a todo con tal de hacer triunfar su programa?
Porque persiguen un ideal que no puede ser el de unos pocos, porque están seguros
de que cuando interroguen al proletariado, la respuesta es indudable, está en
la conciencia de todos y se transformará en decisión irrevocable apenas pueda
expresarse en un ambiente de libertad espiritual absoluta, sin que el sufragio
se vea adulterado por la intervención de la policia, la amenaza de la horca o
el exilio. El proletariado industrial está preparado para el cambio incluso
culturalmente; el proletariado agrícola, que conoce las formas tradicionales
del comunismo comunal, está igualmente preparado para el paso a una nueva forma
de sociedad. Los revolucionarios socialistas no pueden ser jacobinos; en Rusia
tienen en la actualidad la única tarea de controlar que los organismos
burgueses (la Duma, los Zemtsvo) no hagan jacobinismo para deformar la
respuesta del sufragio universal y servirse del hecho violento para sus
intereses.
Publicado por Alejandro Mon