Hitler, cianuro y un disparo
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Hitler: el suicidio del monstruo ... 30 ABRIL 1945 ... Hace 70 años |
El 29 de abril Hitler se levantó tarde. La noche anterior había decidido suicidarse, puesto que el avance del Ejército Rojo era imparable, pero antes se ocupó de dos asuntos relevantes: casarse con su amante, Eva Braun, y dictar sus testamentos privado y político; en éste designaba como sucesor suyo al jefe de su marina, almirante Dönitz. Era domingo.
Según la periodista norteamericana Virginia Irwin, que informaba
sobre la batalla, «la tierra tiembla. El aire apesta a pólvora y a cadáver.
Todo Berlín está sumido en el caos. La feroz infantería rusa avanza hacia el
centro. Por las calles vagan caballos asilvestrados que han logrado liberarse
de los carros de aprovisionamiento. Hay alemanes muertos por doquier».
Bajo el jardín de la Cancillería, en el submarino de hormigón
donde se refugiaba Hitler, no se disponía de tales detalles de la lucha, pero
era vívida la inmediatez de la guerra porque las explosiones de las granadas
soviéticas sometían al búnquer a una vibración constante, recordatorio de que
los soldados de Stalin se hallaban a la puerta, y porque el jefe de la defensa
de Berlín, general Weidling, acudía dos veces al día a exponer a Hitler la
situación de la lucha.
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Cianuro ... |
En la reunión del Gabinete de Guerra de aquella mañana, a la que
asistieron los últimos colaboradores que acompañaban a Hitler en el búnquer,
informó que se luchaba con fiereza en la estación de Potsdam, pero apenas
contaban ya con armas pesadas e, incluso, escaseaba la munición. Y añadió:
–Mein Führer, nuestros hombres están luchando con una entrega y
una fe sin límites, pero estamos siendo desbordados y acorralados. No podremos
sostener la lucha durante 24 horas más.
–¿Comparte usted esa opinión? –preguntó Hitler, con voz apenas
perceptible, al jefe militar del búnquer, general de las SS Mohnke.
–Sí, Mein Führer; no podemos cubrir los huecos de los muertos
por falta de reservas; nos defendemos en un reducido el espacio y –señalando la
posición en un mapa– la situación podría empeorar súbitamente pues estamos
expuestos a ser divididos en dos zonas.Hitler no tuvo interés en seguir escuchando y se dispuso a
abandonar el pequeño estudio de mapas donde se hallaban, pero le detuvo la
pregunta de Weidling:
–Mein Führer, ¿qué debo ordenar a nuestros hombres cuando no
dispongan de munición?
–Como no puedo permitir la rendición de Berlín –respondió Hitler
tras pensarlo durante unos segundos–, cuando se agoten las municiones, sus
hombres se reunirán en pequeños grupos y tratarán de cruzar las líneas
soviéticas y enlazar con las fuerzas del almirante Dönitz. - (Exordio)
Los militares acordaron vaciar todos los almacenes de armas y
munición que existían en los sótanos de los ministerios para prolongar la
resistencia, pero Hitler se dedicó a otras prioridades: la primera, confirmar
la eficacia de las ampollas de cianuro que Himmler había entregado a los
personajes reunidos en el búnker. Para comprobarlo, ordenó al adiestrador
canino, sargento Fritz Tornow, que utilizara el veneno con su perra Blondi,
pues «le ponía enfermo que pudiera caer en manos de esos cerdos». Tornow tomó
una ampolla de cianuro y, con unos alicates, se la metió en la boca del animal,
que se desplomó en cuanto se rompió el vidrio.
Hitler abandonó la perrera con los cachorros aun mamando de su madre muerta. …
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La mayoría de esos testimonios son de supervivientes de Mauthausen o de sus familiares y amigos, pero Bermejo logró entrevistar en 2001 a Hermann Schinlauer, miembro de las SS destinado en el citado campo, cuya familia -ni siquiera su mujer- y vecinos no sabían que había sido uno de los guardianes de aquel infierno.
"¿Que por qué no he contado nunca nada a nadie? Porque todo eso es una vergüenza. Nadie lo entendería", le dijo al autor Schinlauer, que recordaba perfectamente a Francisco Boix, Franz, como le llamaban los alemanes….
Hitler abandonó la perrera con los cachorros aun mamando de su madre muerta. …
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Las fotos del horror de Mauthausen, setenta años después
Setenta
años después de la liberación del campo nazi de Mauthausen,
en Austria, resultan
estremecedoras las fotografías robadas a los SS por Francisco Boix con ayuda de otros prisioneros
españoles, como recrea el historiador Benito Bermejo en su libro El
fotógrafo del horror.
Por Mauthausen,
liberado por el ejército estadounidense el 5 de mayo de 1945, y
por otros campos de concentración dependientes de él, como Gusen, pasaron unos 200.000
prisioneros de
diferentes nacionalidades, de los cuales murieron la mitad, entre ellos 4.761
de los 7.200 republicanos españoles que estuvieron confinados allí.
Experto
en la deportación de los republicanos en los campos nazis, Bermejo (Salamanca,
1963) visitó hace unos días en Austria, acompañado de periodistas españoles,
las instalaciones que encierran los sólidos muros de Mauthausen y lo poco que queda de Gusen,
transformado desde hace años en un apacible pueblo y llamado con razón "el campo invisible".
Ese
viaje sirvió para imaginar en parte el infierno que vivieron los prisioneros de Mauthausen y
para que Bermejo explicara algunas de las cuestiones que cuenta en su libro,
publicado por primera vez en 2002 y reeditado ahora por RBA con prólogo de
Javier Cercas y ampliado con nuevas fotos de Boix sobre la guerra civil
española.
Como recuerda Cercas en el prólogo, Benito Bermejo desenmascaró a Enric Marco, el hombre que "durante décadas mintió sobre su estancia en el campo de nazi de Flossenbürg" y llegó a ser presidente de la Amical de Mauthausen, que agrupa en España a "la mayor parte de los deportados españoles y sus familias".
Aquella revelación fue fruto de una investigación minuciosa, como lo es también el libro El fotógrafo del horror. La historia de Francisco Boix y las fotos robadas a los SS de Mauthausen, para el que Bermejo, "un historiador ejemplar", según Cercas, ha recogido decenas de testimonios y ha consultado numerosas fuentes.
Como recuerda Cercas en el prólogo, Benito Bermejo desenmascaró a Enric Marco, el hombre que "durante décadas mintió sobre su estancia en el campo de nazi de Flossenbürg" y llegó a ser presidente de la Amical de Mauthausen, que agrupa en España a "la mayor parte de los deportados españoles y sus familias".
Aquella revelación fue fruto de una investigación minuciosa, como lo es también el libro El fotógrafo del horror. La historia de Francisco Boix y las fotos robadas a los SS de Mauthausen, para el que Bermejo, "un historiador ejemplar", según Cercas, ha recogido decenas de testimonios y ha consultado numerosas fuentes.
La mayoría de esos testimonios son de supervivientes de Mauthausen o de sus familiares y amigos, pero Bermejo logró entrevistar en 2001 a Hermann Schinlauer, miembro de las SS destinado en el citado campo, cuya familia -ni siquiera su mujer- y vecinos no sabían que había sido uno de los guardianes de aquel infierno.
"¿Que por qué no he contado nunca nada a nadie? Porque todo eso es una vergüenza. Nadie lo entendería", le dijo al autor Schinlauer, que recordaba perfectamente a Francisco Boix, Franz, como le llamaban los alemanes….
Publicado por Alejandro Mon