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"Las leyes ideológicas de Zapatero tenían que haber sido derogadas" |
La infame Ley de Memoria Histórica
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Ley de Memoria Histórica |
A finales de 1980 escribí para el nº 10 de la
revista Diwan (publicado
a comienzos de 1981) un breve ensayo, "Por la calle de Unamuno",
recogido en la versión ampliada de Lo
que queda de España.
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Agitación, propaganda, purgas,gulags …agit-prop |
Por desgracia, treinta y cinco años después, todo
lo allí denunciado sigue siendo denunciable, pero permítame el bisoño lector de Libertad Digital rescatar estos párrafos:
"Empieza
a ser de buen gusto escribir sobre autores que no cumplan siglos estos años o
años estos días. Unamuno, tan poco de moda y de modas, nos da gusto en eso y en
otras cosas. Primero, no tropezamos con la academia celebrándolo, y después, sí
topamos con los que hay que topar: los munícipes espesos que andan
descabalgándolo de las calles del País Vasco.
Resulta
trágico y ridículo este carnaval de celebraciones centenarias mientras empiezan
a resultar diarias las vejaciones públicas que a los nombres señeros de
nuestras letras se hacen en ciertos lugares de España. Y no es casualidad que
el sistema democrático español esté en peligro (sólo un mes después de
publicado este ensayo se produjo el Golpe del 23F) gracias a los mismos grupos
que quitan de los nombres de las calles vascas al vasco españolísimo Miguel de
Unamuno. Va en buena compañía, en la mejor: Cervantes, que ha sido pionero en
esta mudanza forzosa de los grandes nombres de la cultura española, pero sólo
por su caso habría más motivo de reunión y movilización que por los centenarios
que a cada paso congregan a las inteligencias oficiales.
Pasma
la frialdad y la estupidez de esta falta de reacción ante hechos que sólo una
mente trivial considerará triviales. ¿Cabe pensar que quienes se empeñan en quitar
a Unamuno o a Cervantes de una calle pueden llegar a respetar alguna vez y de
algún modo al pueblo que, en el mejor de los casos, sustenta y se sustenta de
su espíritu?.
¡Qué
horror –dicen algunos- tener que andar aún eligiendo entre Sabino Arana y Unamuno!
El horror –decimos nosotros- es pensar que esa elección no nos concierne; que
la puesta en cuestión de un símbolo entrañable de la cultura en lengua española
es cosa que pueda o deba resultarnos íntimamente ajena. Lo horroroso es ver a
tantos que, ante esa vieja cuestión, todavía no se atreven a elegir".
(Diwan. Nº 10, p. 13)
Pero, al
final, eligieron. Ni los partidos de derecha (UCD-AP-PP) ni los ni de izquierda
(PSOE-PSP-PCE) pusieron como condición para votar el cupo vasco la devolución de las
calles de Cervantes, Unamuno y Baroja que les habían robado los separatistas.
Desde
Suárez y Aznar a Rajoy, y de González a Zapatero, todos los que han tenido
sobrada ocasión de impedir la vulneración básica de los derechos civiles de
todos los españoles en todo el territorio nacional, que empieza por arrancar el
nombre de Cervantes de las calles y termina por prohibir la enseñanza en la
lengua de Cervantes (es de lo que trata todo el ensayo citado) han declinado la
honrosa ocasión de hacerlo.
Fueron y son tan imbéciles, tan vagos, tan cobardes que prefieren
ignorar que privar de su nombre a una cosa y ponerle otro es apropiársela y
expropiársela al que antes la tenía por suya. Que al despojar oficialmente
-crimen político perpetrado por González y refrendado por el patriotísimo
Aznar- de su nombre en español a cualquier ciudad española que también lo tiene
en catalán, gallego o vasco se está admitiendo que el español –el idioma y el
ciudadano- es un ser de prestado, de paso y, en el fondo, a eliminar de esa
ciudad o región. Que es admitir la amputación del solar que durante tantos
siglos ha albergado a la nación española. Y que cuando un zote dice en
televisión que llueve en "Yirona", está borrando el calor y el frío,
la lluvia y el trueno que durante siglos afrontaron tantos españoles –de allí y
de paso- en esa ciudad, empezando por su heroico defensor en la Guerra de la
Independencia (española, claro, la única librada en Cataluña) Mariano Álvarez
de Castro, inmortalizado en el Episodio Nacional "Gerona" de Galdós. Ventajas del idioma común y de tan
larga historia: el héroe de Gerona prueba que no todos los Marianos son como el
manso de Pontevedra: barbeando tablas a la espera de cornear a algún subalterno…
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Mito y mitos de la Guerra Civil

Errores
en Los mitos de la Guerra Civil

Errores en Los mitos de la Guerra Civil
La guerra civil española ha sido uno de los grandes mitos del
siglo XX. Empleo aquí la palabra “mito” en un sentido negativo, en el sentido
en que podría emplearla Paul Johnson cuando dice que esta guerra ha sido uno de
los sucesos sobre los que más se ha mentido. A su vez, el mito general se
compone de otros mitos parciales. Quizá los más difundidos hayan sido la
batalla de Madrid, la matanza de Badajoz y el bombardeo de Guernica. Comentaré
brevemente los tres, por su significación especial.
A los ojos de millones de personas, la batalla de Madrid en
noviembre de 1936 se convirtió en una epopeya de las izquierdas y los
demócratas, que habrían conseguido detener a los fascistas e infligirles una
derrota decisiva por vez primera en Europa. Hasta Mao Tse-tung pide imitar el caso de la capital española en su libro Sobre la guerra prolongada.
Según él, la revolución china necesitaba unos cuantos Madrid.
Hoy conocemos con bastante precisión lo ocurrido. Las tropas de
Franco fueron, efectivamente, detenidas ante la ciudad, pero tal hecho no puede
considerarse una hazaña épica. Los atacantes eran muy pocos, en torno a 20.000,
y sin apenas armamento pesado. Los defensores, mucho más numerosos, disfrutaban
de ventaja táctica y estaban mejor armados, pues ya habían llegado los tanques,
los aviones y la artillería soviéticos, de calidad superior a la de sus
enemigos. Llegaron asimismo las primeras brigadas internacionales, reclutadas
por la Comintern, y asesores militares soviéticos de primera clase, como
acreditarían luego en la II Guerra Mundial frente a los alemanes. En tres
ocasiones los defensores de Madrid intentaron valerse de su gran superioridad
para envolver y destruir a las tropas atacantes, y en ninguna tuvieron éxito.
Tampoco Franco logró tomar la ciudad, y el resultado final para él fue un
fracaso, pero no una derrota, pues retuvo la iniciativa militar.
El relativo éxito izquierdista de la batalla de Madrid se debió
fundamentalmente a la intervención soviética, y tiene una profunda marca
comunista en todos sus aspectos. Fueron las armas y las brigadas
internacionales mandadas por Stalin las que dieron su mayor ventaja a las
izquierdas y, sobre todo, las que elevaron su moral de lucha, pues sin una
moral alta la superioridad material sirve de poco. Y fueron las nuevas unidades
militares, exigidas por los stalinistas para sustituir a las irregulares
columnas milicianas, las que contuvieron a las columnas de Franco, cuando ya el
Gobierno había huido a Valencia. También la intensísima agitación y propaganda
entre la población durante las tres semanas de la batalla tuvieron un carácter
marcadamente soviético, y lo mismo el terror de retaguardia: se produjo, por
ejemplo, la mayor matanza de prisioneros ocurrida en la guerra, la de
Paracuellos del Jarama.
La creación del mito de la batalla
de Madrid fue a su vez una obra maestra de la propaganda comunista, apoyada
en todo el mundo por el aparato de la Comintern dirigido por Willi Münzenberg. Siguiendo la táctica
de los frentes populares aprobada en el VII Congreso de la III Internacional,
esa propaganda resaltaba el papel de los comunistas y de la URSS, pero no de
forma abrumadora. Ante todo, atribuía al “pueblo madrileño”, a “la unidad de
los antifascistas” o de “las fuerzas de la democracia y el progreso”, el mérito
por la trascendental e histórica victoria.
Varias consecuencias cruciales tuvo la batalla de Madrid. En primer lugar, volvió mucho más masiva la
intervención extranjera, ya que, a resultas de la intervención soviética, se
creó la Legión Cóndor, y algún tiempo después vinieron las tropas italianas,
aumentando el riesgo de conflagración europea. En segundo lugar, la guerra se
había hecho hasta entonces sólo con pequeñas columnas, unidades irregulares de
unos miles de hombres, pero desde esa batalla se transformó en guerra regular,
con movilización general y ejércitos de más de un millón de soldados cada
bando. En tercer lugar, la contienda pudo haber terminado en unas pocas
semanas, pero iba a prolongarse casi dos años y medio más. Ésta fue la consecuencia
más trascendental. Vistas las cosas con esta perspectiva, no sé si hay para
felicitarse mucho de aquella defensa de Madrid, no especialmente heroica, por
lo demás.
Otra gran leyenda de la guerra fue la matanza de Badajoz por las
tropas de Franco que acababan de conquistar la ciudad. Voy a detenerme un poco
en ella porque, después de la publicación de mi libro Los mitos de la guerra civil, he podido comprobar cómo políticos e
historiadores de izquierda, españoles y extranjeros, se aferran a ese mito con
increíble tenacidad, lo tratan como artículo de fe y me acusan, sin ninguna
prueba, de falsear los hechos. …
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Publicado por Alejandro Mon