El nombre de la Rosa: censura y control
Umberto Eco: "Para deslegitimar a alguien es suficiente con decir que ha hecho algo para crear una sombra de sospecha"
Enfermos de poder
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¿Hasta dónde y hasta cuándo tendremos que aguantar la corrupción política? Sólo el "interés general" debe ser la brújula que oriente al político PREVALECIENDO en su toma de decisiones. |
Decía el sociólogo alemán Max Weber que la sociedad moderna está amenazada por la creciente concentración de poder que tiene cualquier organización. Pues consideraba que los que ostentan poder tienden a dominar a otros a los que no les queda más remedio que obedecer. Viendo lo que está pasando en la actualidad con muchos “poderosos”, cualquiera podía juzgar que este pensador de finales del XIX y principios del XX era un adelantado a su tiempo. Pero nada más lejos de la realidad.
Ya en la antigua
Grecia existía lo que se llamaba “Hybris”, que se puede traducir como
desmesura, pues se consideraba que era el intento de transgresión de los límites
impuestos por los dioses a los hombres. Lo que demuestra que, desde siempre, la
capacidad corrosiva que ejerce el exceso de poder tiende a destruir la moral y
la capacidad de juicio de la persona.
Aunque no lo parezca, llega a ser una
grave enfermedad, que se conoce con el nombre de “Síndrome de Hybris”. Según
los psiquiatras británicos Owen y Davidson, el poder conlleva un síndrome en sí
mismo que se traduce en una serie de comportamientos que son capaces de
modificar la conducta humana.
Como, entre otros, podemos identificar:
1- Abuso
de la posición que se tiene.
2- Rechazo a escuchar consejos.
3-Creerse infalible.
4-Identificar el yo con la organización que se dirige.
5-Imaginarse indispensable.
6-Perder el contacto con la realidad.
7-Exhibir un celo mesiánico en los discursos.
8-Reivindicar ser juzgado por Dios o por la historia.
9-Y el peor, cuando se está muy mal incluso se llega a despreciar a los demás.
En la mayoría de los casos, las personas
piensan que la corrupción está ligada al poder político. Pero también existe
asociada al poder empresarial o de cualquier organización.
Normalmente, la única
diferencia es que la corrupción política es ilegal y las otras corrupciones
suelen ser legales, aunque igual de poco éticas (remuneraciones abusivas,
engaños a los accionistas, quiebras fraudulentas, etc.). Por otra parte, la
sociedad imagina la corrupción de manera muy restringida y pueril. Si
preguntáramos a un grupo de personas qué entienden por corrupción, la mayoría
nos daría alguna respuesta relacionada con el dinero. Y no negando que el final
casi siempre es ese, hay una serie de comportamientos de origen antropológico
que evidencian que en muchos casos el poder cambia a las personas y las va
convirtiendo en perfectos ….
'Número cero', el último latigazo contra el mal periodismo ... y la corrupción.
Fue el pasado marzo cuando Umberto Eco, Il Professore,
presentó su último libro, 'Número cero', una reflexión y una crítica contra el
periodismo, internet, la mentira y la corrupción, y lo hizo en su casa de
Milán, en la quefue recibiendo a los
periodistas uno por uno con su discurso torrencial.
"Todos los periodistas están viniendo aquí, pero siento mucho no haber
podido ir a España, porque es un país que me gusta mucho. Barcelona es
una de las ciudades donde me gustaría vivir, pocas me gustan para eso, solo
tres o cuatro, como París o Amsterdam", espetó a Efe Eco, el gran
humanista y escritor, el semiólogo y uno de los intelectuales europeos de
máxima referencia.
Su última novela, titulada Número cero, es toda una diatriba contra la política italiana de las
últimas décadas. Es a la vez una defensa del periodismo libre, pero también una
crítica de aquel periodismo que se pone al servicio de los intereses de los
grandes empresarios que quieren influir en la política nacional.
Es un retazo por el tiempo de Aldo Moro y la Democracia
Cristiana, el Partido Comunista y los años de Berlusconi en el poder. Una
novela como siempre muy bien escrita, muy directa, muy crítica, que analiza y
explica lo que nos está pasando ahora en la política europea.
Su casa milanesa se halla frente al castillo
Sforzesco, cerca del Duomo, y está literalmente envuelta en libros, con más de 35.000 volúmenes ordenados por temas a
lo largo de los pasillos, repleta también de obras de arte. En ella, Eco, que
había dejado hace años de fumar y de beber su amado 'whisky', parecía bastante
más delgado.
Con una especie de
cigarro de mentira en la mano y con ganas de hablar, este autor oceánico,
creador de 'El nombre de la
rosa', decía
que había escrito esta parodia sobre estos tiempos convulsos, porque, en su
opinión, esa era la función de un intelectual, su 'función crítica'.
"Esa es mi manera
de contribuir a clarificar algunas cosas. El intelectual no puede hacer nada
más, no puede hacer la revolución. Las revoluciones hechas por intelectuales son siempre muy peligrosas", advertía.
Eco, premio Príncipe de
Asturias de Comunicación y Humanidades (2000), fue autor de novelas tan
simbólicas, además de 'El hombre de la rosa' (1982), como 'El péndulo de
Foucault' (1988), 'El cementerio de Praga' (2010) o los ensayos 'El problema
estético'(1956), 'El signo' (1973) y 'Tratado de la semiótica general' (1975). …
UMBERTO ECO: EL ÚLTIMO GRAN iNTÉRPRETE DE LA PALABRA
Si hay un
intelectual, un escritor y un pensador que represente a la segunda mitad del
siglo XX ése es Umberto Eco. Bueno,
no es que Eco la represente, sino que él mismo la es.
Resulta
absolutamente extraño que haya muerto sin haber recibido el Nobel de
Literatura. Esto es un gran baldón para la Academia Sueca porque ese premio
tiene ya más grandes personalidades a las que no se lo ha dado que a quienes lo
han obtenido. Lo mismo probablemente le va a pasar a George Steiner, Harold
Bloom o Claudio Magris, otros grandes escritores y pensadores que tampoco lo
tendrán.
El
ensayismo, la teoría literaria, la filosofía y el pensamiento en general
también son géneros literarios y por eso no comprendo semejante vacío entre los
galardonados. Como escribe Antoine Compagnon, toda la teoría literaria, entre
las que se incluyen la semiología de Umberto Eco, es un género literario más y
así debe ser leído. Que el Nobel del último año haya sido dado a una gran
periodista es tan inconcebible como que antes no lo hubiera obtenido Umberto
Eco.
Como
Borges escribió, el italiano presumía más de ser un gran lector que un
extraordinario escritor. Eco, como Borges, lo había leído todo y había tenido
la gran capacidad de interpretarlo todo. Por eso uno de los estudios más
relevantes de Eco es el dedicado al Quijote
de Cervantes y al de Pierre Menard
inventado por Borges.
Su última novela, titulada Número cero, es toda una diatriba contra la política italiana de las
últimas décadas. Es a la vez una defensa del periodismo libre, pero también una
crítica de aquel periodismo que se pone al servicio de los intereses de los
grandes empresarios que quieren influir en la política nacional.
Es un retazo por el tiempo de Aldo Moro y la Democracia
Cristiana, el Partido Comunista y los años de Berlusconi en el poder. Una
novela como siempre muy bien escrita, muy directa, muy crítica, que analiza y
explica lo que nos está pasando ahora en la política europea.
Escribió
incluso sobre las telenovelas. Por ejemplo, en su libro titulado De
los espejos y otros ensayos escribió
«para confirmar que nuestra tipología no resuelve problemas de excelencia
estética, diremos que toda la comedia de Balzac representa un perfecto ejemplo
de saga en árbol, al menos tanto como Dallas. Balzac es estéticamente
más interesante que los autores de Dallas porque toda novela de Balzac nos dice
algo nuevo sobre la sociedad de su tiempo, mientras que cada episodio de Dallas nos dice siempre lo mismo sobre la
sociedad americana».
Umberto Eco tuvo la suerte, que no sucede habitualmente,
de que un gran intelectual que representa a la más alta cultura fuera leído,
admirado y estuviera siempre de moda. Es decir, otra de sus grandes victorias.
Sin perder nada de su sabiduría, influir en la sociedad de su tiempo tiene
también un mérito añadido.
Su última
novela, titulada Número cero, es toda una
diatriba contra la política italiana de las últimas décadas. Es a la vez una
defensa del periodismo libre, pero también una crítica de aquel periodismo que
se pone al servicio de los intereses de los grandes empresarios que quieren
influir en la política nacional.
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La muerte
de Umberto Eco significa de alguna
manera también la desaparición de la
gran cultura europea de la segunda mitad del siglo XX. Él entendió la
cultura de una manera que desgraciadamente ahora se está comenzando a perder.
Esperemos que no sea así y que el tiempo incluso siga engrandeciendo su obra si
cabe todavía más. …
Publicado por Alejandro Mon