Matanza en la Modelo: aquellos ojos de Melquíades
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Melquíades Álvarez. El drama del reformismo español |
En
el prólogo que Azorín escribió en 1953 para la biografía publicada por
Maximiano García Venero está la mejor descripción del político centrista
español más importante del primer tercio del siglo XX: “Viste Melquíades
Álvarez con pulcritud: americana cruzada con dos filas de botones, cuello de
pajarita. Hubo un momento en que fue moda la corbata blanca de hilo, tiesa,
bien en lazo, bien en nudo, bien en peto. Pasó la moda y Melquíades Álvarez
perduró en el lacito blanco… Todo habla en Melquíades Álvarez. Al ponerse en
pie, los diputados que estaban más cerca se han retirado un poco, a fin de
dejar al orador espacio libre en sus idas y venidas…
Lo que dominaba en
Melquíades Álvarez era la intuición rápida y la conclusión clara. Los ojos
fulgían y refulgían. En los momentos de pasión sus conminaciones al adversario
eran terribles. Si yo tuviera que definirle con una frase diría: "un ateniense
en el ágora"
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Antigua Carcel Modelo de Madrid |
Esos
“ojos que fulgían y refulgían” que tanto impresionaron a Azorín como joven
cronista parlamentario en las Cortes de la Restauración; esos “ojos que fulgían
y refulgían” sobre la nariz ganchuda que fundía su rostro de frágil pajarito
con el águila de la oratoria que subía a la tribuna o se ponía la toga; esos
“ojos que fulgían y refulgían” que sedujeron a sus jóvenes alumnos de la
Universidad de Oviedo pero también a Ortega y Azaña; esos “ojos que fulgían y
refulgían” como centellas en los mítines de la plaza de toros o los banquetes
del Hotel Palace, fueron los mismos que conmocionaron al vicesecretario general
del PSOE Juan Simeón Vidarte cuando iluminó con una linterna su cadáver, en un
sótano de la cárcel Modelo el 23 de agosto de 1936, un día después de su
asesinato:
“Sus
ojos, abiertos hasta querer saltarse de las órbitas reflejaban asombro. Parecía
querer decir a sus verdugos que él era republicano, que quiso muchas veces
salvar a la Monarquía, para convertirla de absoluta en constitucional y
democrática, que él siempre había sido un hombre de izquierdas y había
conspirado con Besteiro y Largo Caballero en la huelga de agosto; con Marañón y
Fermín Galán en la sanjuanada…”.
PartiMelq
No,
eso no era cierto o sólo era cierto a medias. Melquiades Álvarez era
republicano de pura cepa pero no había sido nunca de izquierdas. Tampoco de
derechas, aunque en distintas etapas de su vida política hubiera parecido lo
uno o lo otro. ¿Cómo podía serlo si era laicista pero repudiaba el
anticlericalismo, si defendía a la vez el derecho de propiedad y la libertad
sindical, si se sentía un hombre de orden pero le sublevaba la injusticia
social, si se alineaba en el autonomismo pero era un paladín de la unidad de
España, si estaba a la vez contra el inmovilismo y la revolución?
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Milicias comunistas (Madrid 1936) |
En
realidad la biografía de este catedrático
de Derecho Romano, imbuido del legado del krausismo y de la Institución
Libre de Enseñanza, a través del grupo de la Universidad de Oviedo, compendia como ninguna otra los dilemas y
esperanzas, los aciertos y fracasos de la Tercera España, intelectual y
reformista, en la torrentera que desembocó en la tragedia de la guerra civil. …
Así murió Melquíades Álvarez
La investigación, que empezó en lo político y lo intelectual, se ha acabado
convirtiendo en un 'thriller'. Todo comenzó, para Manuel Álvarez-Buylla, en
1996, cuando inició las investigaciones en torno a su bisabuelo, el
jurisconsulto y político gijonés Melquíades Álvarez asesinado 60 años antes.
«Siempre se da por hecho que don Melquíades murió en el motín de la Cárcel
Modelo de Madrid en la madrugada del 22 al 23 de agosto de 1936», explicaba
ayer, minutos antes de la presentación de sus últimos hallazgos en el Ateneo
Jovellanos. «Pero una nueva fuente revela que el suyo fue un asesinato
político».
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El asesinato de Melquíades Álvarez: víctima de tres tiranías |
¿Quién mató a Melquíades Álvarez? Tras haber desvelado, en estos 16 años,
la inédita tesis doctoral de Álvarez y sus discursos en el Congreso de los
Diputados, del que fue presidente, Álvarez-Buylla ha encontrado ahora a esa
nueva fuente, que no es otra que el secretario político de Melquíades Álvarez,
Francisco Martínez Rodríguez, oriundo de Tomelloso.
«La tierra que le vio nacer le escuchará hoy morir», arrancaba el relato el
bisnieto del tribuno. El relato de una muerte poco más de un mes del alzamiento
nacional de julio de 1936, en mitad de la confusión política y de la
determinación de un hombre, Melaquíades Álvarez, que «prefirió la muerte a la
claudicación».
Preso en el ala de políticos de la Modelo de Madrid, Álvarez-Buylla comenzó
por trazar el bosquejo del último Melquíades Álvarez, del que se reveló como
hombre de la consabida tercera España, el que se rebeló contra una «República
sin orden», ya inestable. Todo ello, según mantuvo en su conferencia de ayer,
acabó costándole la vida (y no una «turba incontrolada»): fue «su gran servicio
a España».
«Cinco días antes de su asesinato», se interroga el investigador, «el
general Fanjul ya fue asesinado en la misma cárcel, y el Gobierno no hizo
nada». Manuel Azaña, de hecho, acabaría llorando al saber de su muerte.
Entre la profusión de documentos presentados, tres hojas escritas por el
secretario Martínez de su puño y letra en papel timbrado del tribuno asturiano,
y que comienzan con una pregunta: «¿Quién armó el brazo de los asesinos de
Melquíades Álvarez?». Tras la pregunta, una respuesta, pero en ningún caso la
esperada: «Yo lo conozco, pero su nombre no saldrá nunca de mis labios, ni de
mi pluma, porque ni siquiera debe figurar en la historia de la criminalidad.
Debe ser buscado entre los detritus de la envidia. [...] No muchos días antes
de aquel horrible fusilamiento, le escuché frases grandilocuentes exaltando la
necesidad de realizar justicia contra los hombres que él consideraba traidores
a la Patria y apuntando los fusiles contra Melquíades Álvarez».
Llegados a este punto, Álvarez-Buylla avanzó que la búsqueda seguirá. Lleva
desde 2002 investigando con el profesor de la Universidad Complutense de Madrid
Miguel Angel Villanueva Valdés y con el responsable del archivo de la Fundación
Fernando de los Ríos, José Antonio García Pérez. Su siguiente paso será dar con
las obras inéditas de Martínez, será buscar entre sus notas -proyectó una
biografía de su jefe- y, quizás, llegar a saber qué ocurrió realmente. «La
Historia es un puzzle del que no tenemos todas las piezas», se disculpó:
«Nosotros formulamos las hipótesis, quizás ellos lleguen a formular las tesis».
Aún no hay un nombre, aunque quizás algún día llegue a haberlo. Solo una
mano amplia, ambigua, el fin de una España posible dinamitada por la Guerra
Civil. La España que narró, por ejemplo, Manuel Chaves-Nogales en sus crónicas
periodísticas, la España de la que Melquíades Álvarez se negó a marcharse, aún
siendo consciente de que podía costarle la vida.
Esta conferencia fue la penúltima del ciclo organizado por el Ateneo
Jovellanos con motivo del 75 aniversario de la muerte de Melquíades Álvarez, y
la que más afluencia de público concitó. Lo cerrará mañana la nieta del
jurisconsulto gijonés, Sarah Ávarez de Miranda, que ayer mismo se ocupó de
reivindicar su memoria, con la conferencia 'El último Melquíades Álvarez'.
«Y que sirva esto», remachó Álvarez-Buylla, «para librar al menos a
Melquíades Álvarez de la última tiranía a la que fue sometido: el olvido».
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Publicado por Alejandro Mon